lunes, 20 de diciembre de 2010

Los descendientes de Vicenta Maturana (1) El Hijo, Marqués y Laureado

En 1838 la poetisa Vicenta Maturana queda viuda por fallecimiento de su marido el brigadier Joaquín Gutierrez Pérez combatiendo en el bando carlista. Sus hijos aún son menores de edad y tiene que ser ella quien los saque adelante. Cuando veintiún años después muere en Alcalá de Henares puede sentirse satisfecha. Su hijo José capitán de caballería lleva siete años casado con la marquesa de Medina y ya le ha dado varios nietos, y su pequeña hija Vicenta, casada con el teniente Eduardo Elola, está a punto de dar a luz su primer hijo.
Si  por algún medio tecnológico celestial pudiera leer las lineas que siguen, quedaría gratamente impresionada por el heroico comportamiento de su hijo y los triunfos sociales y económicos de los hijos y nietos de éste. Probablemente tendría envidia al ver que su nieto, hijo de su hija Vicenta, tiene una plaza a su nombre en la ciudad de Alcalá, donde ella residió durante los doce últimos años de su vida.

Su hijo José Gutierrez Maturana nació en Madrid el 31 de agosto de 1824. Desde su niñez fue introducido en la carrera militar; se le hizo Guardia Real menor de edad el 18-2-1826 y por Real Orden de 3 de setiembre de 1831 se le confirió el empleo de Alférez del Regimiento de la Guardia Real de Caballería sin sueldo ni antiguedad hasta la edad de ordenanza. Así  permanece junto a su familia hasta que el 14 de marzo de 1835, pese a su corta edad se presenta en las filas de Don Carlos, quien lo destina junto a su padre el Brigadier Joaquín Gutierrez. En ese destino con el empleo de Teniente participa en innumerables batallas de la primera guerra carlista hasta la firma del convenio de Vergara. Ni él ni su padre se adhirieron a este Convenio por lo que se vio obligado a emigrar a Francia.
En Francia está con su familia hasta 1847. Esta larga estancia y la asistencia a las más acreditadas instituciones de París le sirven para ampliar sus conocimientos y educación.

Cuando en 1847 fija su residencia con su familia en Alcalá de Henares lo primero que hace es solicitar se le expida el real despacho con el empleo de Alférez que le fue conferido el 3 de setiembre de 1831  y se le destine a cuerpo. Por Real Orden de 8 de junio de 1838, al haber cumplido la mayoría de edad y haber acreditado su aptitud, se le concede el empleo de Alférez y se le destina al Regimiento de la Constitución al que se incorporó en Alcalá el 1 de julio de 1848. El 12 de mayo de 1849, estando ya en el establecimiento central de instrucción se le revalida el empleo de teniente que tuvo en el ejército carlista.
El 13 de octubre de 1850 fue destinado al Colegio de Cadetes del Arma de Caballería instalado en el Colegio de San Ildefonso de la antigua Universidad de Alcalá de Henares, como profesor de fortificaciones y de dibujo, donde fue alta el 1 de enero de 1851.
En 1852 contrae matrimonio con Manuela Nicolasa Rodriguez Valcarce y Alvarez Abreu, Maquesa de Medina.
Hallándose en el Cuartel de San Gil, participó en los hechos de Vicálvaro en junio de 1854 a las órdenes del Conde de la Cimera, lo que le valió obtener el empleo de capitán. Hasta su participación en la guerra de África son muy variados los destinos y acciones detallados en su hoja de servicios.

En octubre de 1859 es nombrado Ayudante de Campo del General Enrique O'Donnell, comandante en jefe de la Segunda División del Segundo Cuerpo del Ejercito de África.
En este destino participa en innumerables acciones desde que desembarca en África el 28-11-1859 hasta la decisiva de Wad-Ras del 23-3-1860, cuyo detalle sería prolijo e innecesario ( conviene citar sólo la de 9 de diciembre en Anghera donde, dirigiendo una guerrilla bajo el fuego enemigo, obtuvo el grado de Comandante).

Pero es imprescindible detenerse en la valerosa gesta que llevó a cabo el 31 de enero en el valle de Tetuan que le valió conseguir la Cruz Laureada de San Fernando, única concedida en esta campaña africana. Reproducir aquí su relato en los términos que lo hicieron Pedro Antonio de Alarcón (1), Evaristo Ventosa (2) o Manuel Ibo Alfaro (3) fatigaría al esforzado lector.


Carga de Maturana y su escolta en Guad-el-Jelú
Procuraré contar escuetamente unos hechos que se pueden considerar "de película".
Era el 31 de enero de 1860. Día soleado sobre el valle del Guad-el-Jelú. Un amplio plano general nos muestra al ejercito moro en formación de herradura; a la izquierda las tropas de Muley-el-Abbas y a la derecha las de su hermano Sidi-Amet.Ya la sangre cristiana y la musulmana riega la tierra. La lucha es encarnizada. Gritos, ruidos de sables, estruendo de cañones. El General Enrique O'Donnell observa a su frente, junto a tres solitarios árboles, tres o cuatro jinetes moros dirigidos por uno de aspecto noble con jaique encarnado; a mayor distancia varios grupos de musulmanes a caballo vestidos de blanco. Da unas ordenes a su ayudante José Gutierrez Maturana.
 Este con una escolta de quince jinetes, formada por guardias civiles y coraceros, parte hacia el moro del jaique encarnado. Su misión es meramente provocativa; busca que los moros les persigan para luego atacarles por la retaguardia. Pero, ¡sorpresa del terreno!. Cuando Maturana estaba aún lejos de los tres arboles, se encuentra al borde de un barranco y allí  escondidos unos sesenta moros a caballo. Ante este imprevisto, arenga a sus hombres y aplicando espuelas a sus caballos se lanzan  a la carga. Increiblemente ponen en fuga a este grupo de moros. Siguen persiguiéndoles. En el fragor de la pelea se topan con los caballistas del moro del jaique encarnado que les atacan con espingardas y gumías y les rodean cerrándoles la retirada. Pero con coraje y valentía logran abrirse paso en dirección a las posiciones de su División.

En medio del galope para escapar de sus perseguidores, el comandante Maturana, que iba a la cola de su pequeña escolta, oye el grito de un guardia civil que cae herido. Frena junto a él. Mientras le socorre llega el moro del jaique encarnado con cinco o seis jinetes. El del jaique le acomete, intenta asestarle un golpe con la gumía, pero Maturana dispara su revolver  a la cabeza y el jefe moro cae muerto.Cuando otro de los jinetes se lanza hacia él recibe otro disparo de revolver, y con un nuevo disparo elimina también a otro más. Ante tal contundencia huyen los demás. El peligro había pasado Ya habían regresdo  en su ayuda los soldados de su escolta y habian llegado  las fuerzas de caballeriá y de infantería que habían ido en su auxilio. .
De los trofeos obtenidos, el comandante Gutierrez Maturana se quedó con la espingarda del "moro del jaique encarnado". Cedió a su General Enrique O'Donnell el agujereado jaique rojo  con forro y botonadura de seda azul. El caballo  de dicho jefe moro se lo regaló al Generl Prim quien  lo montó en la batalla del 4 de febrero.
Los soldados de la escolta fueron recompensados y el comandante Gutierrez Maturana, en juicio contradictorio, obtuvo la Cruz, simbolo de heroismo que cualquier militar ansía, la Laureada de San Fernando.
En los siguientes años de su vida militar su principal dedicación fue la enseñanza directamente en el Colegio de Caballería o aportando sus ideas en la Dirección Generl de Imstrucción Militar. En su afán docente en 1867 editó un libro titulado "Elementos de arte militar" (4) ejemplar reeditado varias veces con el subtitulo de "Lecciones explicadas  en el Colegio Militar de Caballería"

Sus cualidades de escritor nos han llegado a través del diario de la guerra africana, publicado en 1876 por la Editorial Gaviria y Zapatero con el título "Bajo la tienda, 1859 y 1860: Impresiones del momento, apuntes para el diario de operaciones de la 2ª División del 2º Cuerpo del Ejercito de África". No son unos simples apuntes de campaña. Hay buena prosa e incluso descripciones poéticas. Por ejemplo:
    "El mar estaba tranquilo y sus aguas tan trasparentes que, sin detener nuestra marcha, seguiamos con la vista los movimientos de varios pececillos que, jugueteando en las ondas, saludaban al nuevo día y al sol que iluminaba aquella palpitante y cristalina superficie" (5)

Algo heredó de su madre del gusto por la literatura y el amor a la poesía. De los versos que a lo largo de su vida debió atreverse a escribir emulando a su madre, sólo nos ha llegado un cuarteto del soneto que  publicó, precediendo la edición en 1876 de la version castellana de los "Ensayos Poéticos" del militar y poeta berciano Antonio Fernández y Morales:

                                Poéticos arranques, galanura,
                                Palabra fácil, dulce y melodiosa,
                                Entonación valiente y cadenciosa,
                                Gracejo en el decir y donosura.
Pasó a la situción de retiro como Coronel el año 1886 y murió en Madrid  el 30 de enero de 1910. La prensa al dar la noticia (6) resaltaba que "era un militar heróico, en cuya hoja de servicios figuran no pocas acciones meritorias y fue también un escritor que, a poco de comenzar su carrera gloriosa, se hizo admirar de sus compañeros de arma por sus escritos de re bellica rebosantes de pericia e ingenio"

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(1) Diario de un testigo de la guerra de África. Tomo I, Capitulo XXXVII
(2) Historia de la guerra de África, página 595 y ss.
(3) Apuntes para la historia de D. Leopoldo O'Donnell, Madrid- 1868, Páginas 556 y ss.,
(4) En Valladolid, 1867- Hijos de E. Rodriguez-
(5) De las notas sobre la Batalla de los Castillejos; Página 311 de "Apuntes para la historia  de D. Leopoldo O'Donnell".
(6) La Epoca, de 31-1-1910

1 comentario:

  1. Very interesting. My last name is Maturana my great grandparents were from Spain.

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